Isleño por la gracia de mi padre.

Apasionado de Isla Cristina en la distancia, de sus gentes, sus carnavales, su particular e inusualmente atractiva idiosincrasia y por supuesto, de su impresionante gastronomía.

Amante de todo lo que me hace sentir vivo.

Bético y por ende, pasional.

Admirador eterno de la figura de mi padre.

Envidioso de los que cantan bien y de los que comen y no engordan, afortunadamente solo envidio esas dos cosas.

Eterno buscador de sensaciones bonitas.

 

Enamorado eterno de la Sierra de Aracena.

Media vida en mi paraíso particular que tan bien me ha acogido, con su diametralmente opuesta, pero a la vez inusualmente atractiva idiosincrasia y de su espectacular gastronomía, de la cual estoy orgulloso de formar parte.